Tengo...

Ayer lunes comenzó mi nuevo becario de la oficina.

Un chico muy alto, muy guapo y con carrera. Un primor.

Nos pasamos la mañana entre cuentas contables, proveedores, clientes, cobros, pagos, facturas, debe, haber y todos esos temas que te apetece hablar un lunes, yatusabeh, todo okey, todo bien, todo guay.

Llegó la hora del café y de las preguntas personales. Mi becario es un campeón. Qué manera de enterarse tiene la criatura.

Becario: "¿Y cuántos años tienes?"
Ana: "Muchísmos. Treinta y séis"
Becario: "¿Tienes hijos?"
Ana: "No"
B: "¿Estás casada?"
A: "No"
B: "Pero tienes novio..."
A: "No"
B: "..."
A: "..." Puta bida tete. (Mentalmente)
A: "..." "No tengo ná" 
A: "..." "Más te vale que te calles que te reviento, maldito becario" (Mentalmente)

En resumen, que de esa conversación sólo quedó claro que tener, tener... lo que es tener, sólo tengo treinte y séis.

Y por un momento incluso me ha dado que pensar eso de que tal vez a estas alturas debería de cumplir al menos uno de los puntos que me ha planteado mi becario.

Pero... he cambiado de idea y me he dado cuenta que tal vez el que tenga el problema sea mi becario por sus prejuicios. Porque un chico tan alto, tan guapo y con carrera, o bajo, feo y sin estudios, o mujer sea de la condición que sea... no debería o, más bien, no debeMOS encasillar a nadie sólo por cumplir (o no) ciertos estándares.

Ah, lo olvidaba... después le contestado a mi becario:

"Tengo unos amigos con los que me lo paso genial"

Supera eso.